Una de las cosas mas
bellas de la infancia es que no hay que comprender algo para
sentirlo. Los niños son maravillosos, es admirable su capacidad de
auto aceptación y de aceptación a los demás, no existen complejos
ni estereotipos, se aceptan entre ellos sin importar genero, raza o
religión. Resulta triste como con la edad perdemos esta facilidad
para crear amigos y confiar que solamente poseen los niños, la
capacidad que tienen para perdonar y para habituarse a las perdidas
de seres queridos y a los cambios.
Con el paso de los años,
perdemos esa coraza que tenemos de niños, nos dejamos influenciar
por las experiencias de la vida que poco a poco como si de una hoja
en blanco se tratara van rayando nuestra alma, un alma que jamás
recuperará esa inocencia y fortaleza que tuvimos en la infancia.
Pero... ¿Qué nos vuelve
tan avariciosos?, ¿Que hace que perdamos la capacidad de
auto aceptación y de aceptación de los demás? No hay ninguna duda,
la sociedad y los estereotipos. El trance entre la infancia y la
adolescencia es el periodo en el que esas marcas en el alma se quedan
de por vida, el periodo en el que los estímulos de la televisión más
les afectan, y ¿que vemos en televisión? Mujeres perfectas, altas,
delgadas y de voluminosos pechos admiradas por ellos y envidiadas por
ellas. Todas quieren esos cuerpos, niñas que a esa edad son
demasiado vulnerables para comprender que en la mayoría de los
casos, esos cuerpos son fruto de horas de quirofano y operaciones
estéticas. La normalización del trato despectivo hacia la sociedad
en general, con insultos y violencia gratuita.
Pero no es solo la
televisión la que influencia a los chicos para que crean que las
mujeres son inferiores. Crecemos, viendo como las madres se encargan
de todas las labores del hogar, mientras que los padres son los que
traen el dinero a casa, dando a entender que “lo más importante”
es el trabajo del hombre y que el trabajo del hogar no tiene “ningún
valor”. Por suerte en nuestros días este aspecto va cambiando,
cada vez es más habitual que el hombre ayude en casa y que la mujer
forme parte del mundo laboral y tenga puestos de responsabilidad en
la empresa.
Hay que actuar, pero no
implantando un día dedicado a la mujer y colgándonos un “lacito
rosa” en la solapa de la chaqueta. Hay que actuar día a día,
diciéndole a esa niña que se acompleja de su cuerpo que no existe
un cuerpo perfecto, haciendo entender a los niños que una mujer y un
hombre son iguales en derechos y deberes y sobretodo no tratar a la
mujer con favoritismos, pues eso también me parece una forma de
degradación. Si aprendiéramos un poco de los niños, seguramente el
mundo sería un lugar mucho mejor.
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