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Mi lugar en el mundo


Los primeros días fueron aterradores, cuando entre abrí los ojos por primera vez, todo estaba oscuro y el espacio a mi alrededor era tan pequeño, que apenas me podía mover. Desde lo más interno de mi ser, deseaba escapar de ese húmedo lugar. No recordaba quien era, ni como había llegado hasta allí, pero una fuerza desconocida me empujaba a no rendirme.

Perdí totalmente la noción del tiempo, pasaron días, semanas o quizás meses hasta que conseguí sobrepasar la última barrera que me aislaba del mundo exterior. Cuando por fin rompí ese último obstáculo una fuerte luz me cegó. Poco a poco, mis pequeños ojos se fueron acostumbrando a la claridad y pude ver que a mí alrededor se extendía una gran llanura verde, el aire era tan puro en ese bello lugar, que respirar se convertía un placer indescriptible. Por más que lo intenté, no conseguí moverme de allí, me encontraba atada a ese lugar, pero no me importó, me resigne a mi destino y empecé a disfrutar de la suave caricia de los rayos del sol.

Me sentía muy sola, mi única compañía era la de un imponente anciano, más viejo quizás que el propio mundo, que corría mi misma suerte, pues tampoco él podía escapar de allí. El paso de los años y la vida habían surcado en su piel miles de poderosas arrugas. Cada noche, cuando la luz del sol nos abandonaba, él me acogía bajo el abrazo de su cuerpo, yo lo observaba fascinada, mientras me desvelaba, los secretos del universo. Esperanzada, le escuchaba con atención deseando que algún día, me descubriera ese gran misterio que tanto me abrumaba, conocer por fin quien era yo, de donde venía y cual era mi lugar en ese mundo que apenas acababa de conocer.

Un día una señora de figura elegante, conocedora de mis inquietudes se acercó con sus vestimentas de colores, a susurrarme todo lo que yo ansiaba por saber. Me explicó que más allá de aquello que veían mis ojos, había más mundo y que existían  muchas más como yo, y que por supuesto eran mucho más grandes, fuertes y bellas. La noticia cayó como una gran losa sobre mí, no podría decir exactamente si fue por el hecho de no ser única, o por la desgracia de estar sola en un mundo lleno de más seres como yo.

Pero una tarde todo cambió, mientras bailaba al son del viento, oí unas voces que se fueron acercando poco a poco hasta llegar a mi lado, se arremolinaron a mi alrededor para observarme, entonces alguien gritó. ¡UNA AMAPOLA!, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. En ese momento lo comprendí, sí, esa era yo, ahora lo sabía. Una AMAPOLA, bella y frágil como la vida misma. Supe entonces, que por mucho que dijera aquella malvada mariposa, yo era única y especial por el simple hecho de ser yo, y entendí que mi lugar en el mundo, era aquel junto a ese viejo árbol, que me acompañaba desde el primer día. Porque por muy pequeños o comunes que seamos, todos somos únicos y especiales y todos, todos, tenemos un lugar  y una misión en el mundo. Pero sobretodo, la más importante de todas es ser, nosotros mismos.


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Comentarios

  1. Un hermoso relato que me ha recordado la misma sensación interior de cuando leí El Principito. Desde luego, de esas lecturas que son vitaminas para el alma. Saludos!!

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    1. Muchísimas, muchísimas muchísimas gracias David!! 😊 Me alegra que te haya gustado!!
      Un abrazo!

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  2. Guau! magnífico texto, como siempre! aunque tengo que decir que nunca dejas de sorprenderme... leo y espero con ansias el final porque sé que en tus relatos las cosas nunca son lo que parecen ;) Un besoo!

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    Respuestas
    1. Muchisimas gracias Judit, por tu comentario y por estar siempre ahi!! 😘 ❤❤

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  3. ¡Bellísimo me ha encantado!Muchas gracias por compartirlo.

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  4. Holaaa!! has modificado la apariencia del blog, no?? Me encanta! muy sencilla y elegante! :)
    Por cierto, te he otorgado uno de los Blogger Recognition Awards como reconocimiento a lo bien que haces tu blog, ya sabes que me encanta todo lo que escribes :)
    Un beso y a seguir así!!! **

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