Ya era casi de noche, había perdido el autobús, estaba lloviendo y por si fuera poco, como guinda del pastel en aquel fatídico día, también había olvidado el paraguas en casa. Se sentía furiosa, patosa y desdichada. A cada paso, las finas gotas de lluvia se clavaban en su rostro como pequeñas agujitas. Enfadada con el mundo andaba tan deprisa como sus cansadas piernas se lo permitían. Se detuvo bajo un balcón, a unos 50 metros de su portal para rebuscar entre su bolso repleto de cosas inútiles, las llaves de casa. Siempre había odiado perder tiempo en el portal buscando las llaves, pensaba, que era el momento perfecto para atacarla por detrás. Entonces, un coche pasó a gran velocidad por su lado dejándola totalmente empapada. - - ¡CABRÓN!- Le grito furiosa. Parecía, que el mundo se había puesto de acuerdo para recordarle a cada segundo que todo puede ir a peor. Cuando encontró las llaves, encaminó el último tramo que le quedaba hasta su casa, empapada