Allí sentada todo estaba tranquilo, el sonido del vaivén de las olas, era como una suave melodía que la hacía sentir cada vez más y más relajada, el calor de la arena bajo su cuerpo la invitaba a cerrar los ojos y relajarse, pero no podía, la inmensidad y la gran belleza del mar la dejaba siempre hipnotizada y le era imposible dejar de mirarlo. Su mirada se perdía en un punto inconcreto entre la orilla, y la línea del horizonte, donde el cielo se unía con el mar. Una suave sonrisa se dibujó en su rostro al recordar cuantas veces de pequeña se había preguntado que habría tras esa línea, recordaba perfectamente como imaginaba una gran cascada llena de rocas con enormes osos encima de ellas atrapando al vuelo los peces despistados que por la inmensa cascada se precipitaban y a veces cuando podía divisar el mástil más alto de algún barco imaginaba a todos sus marineros luchando para no caer al vacío por esa gran cascada y poder volver al mar calmo. Parecía que no habían pasado los