Se sentía orgullosa de aquella casa. Su casa , no era gran cosa eso era cierto, pero era suya y eso le gustaba . Un cigarro olvidado se iba consumiendo en el cenicero casi tan deprisa como su vida. Fijó la mirada en la mesa, le dolía ver intacta la cena que tanto le había costado cocinar, ya estaba fría. Era cierto que la lubina se le había quemado un poco y quizás tenia demasiada sal, pero para ella, haberlo conseguido, era todo un logro. Las velas que esa misma tarde le habían parecido el toque perfecto de romanticismo, ahora se le antojaban patéticas. Las luces de los coches de la calle entraban a través de las rendijas de las persianas y dibujaban motitas luz en las paredes que se movían a través de ellas como pequeñas bailarinas, y ella, las seguía con la mirada hasta que estas desaparecían de nuevo. En un rincón yacía vacía la botella de vino, no solía beber, de hecho hacía mucho tiempo que no se terminaba ella sola una botella de vino. Además ni siquiera le gustaba, pero en