Sentada
en el alfeizar de la ventana con la frente pegada al cristal esperaba, su
mirada se perdía entre el ir y venir de los transeúntes, decenas de personas
que seguían con sus quehaceres diarios ajenas a esa mirada triste que les
observaba desde la soledad de su hogar, una lagrima que empezó a descender por
su mejilla brotaba de su ojo derecho. Acercó su mano para secarla, y la observó
con detenimiento. Hasta ese momento no había reparado en como el paso del tiempo
había ido marcando sus surcos en ellas, pensó en todo lo que habían hecho esas
manos y lo poco que les quedaba por hacer, se imaginó a si misma atrapada entre
ese laberinto de pliegues que formaban sus arrugas. Al fin y al cabo es así
como ella se sentía, atrapada entre las paredes de una casa que era, casi tan
vieja como ella.
Hacía
mucho tiempo que la soledad era su única compañía, una presencia tenebrosa que
en ocasiones le oprimía el pecho hasta dejarla casi sin respiración, poco a
poco esa presencia se había ido apoderando de ella hasta absorberla por
completo. El eco de las voces de la calle resonaban en su cabeza igual que
todas aquellas historias de su juventud que le hubiera gustado contar a quien
quisiera escucharlas. Pero ya nadie tenía tiempo para ella, se había convertido
en un estorbo. Miró el pequeño sillón que había junto a la mesa camilla, y una
sonrisa triste iluminó su rostro, cuantas tardes había compartido con el gran
amor de su vida en ese rincón, todas esas risas, miradas y confidencias que
jamás regresarían. Como se arrepentía de no haber aprovechado esos momentos, de
cada enfado, cada mal gesto y cada día que había perdido sin decirle TE QUIERO.
Ahora solo le quedaban los recuerdos y una imagen borrosa en blanco y negro enmarcada en un polvoriento marco de plata.
Maldijo
su suerte, unos hijos y unos nietos que ya nunca la visitaban, pensaba que esta
vez sería diferente, y se acordarian del aniversario, pero en la mesa puesta para ocho se enfriaba la cena que con
tanta ilusión había estado preparado, con el estómago cerrado, apagó la luz con la esperanza
de que el estridente sonido del timbre la despertara, y aparecieran con alguna escusa, quería volvier a sentir ese
alboroto en su hogar y recibir besos y felicitaciones. Pero el timbre nunca sonó y ella ya jamás volvió a despertar. Con
ella desaparecieron todas aquellas historias que tanto le hubiera gustado
contar, las experiencias, sus ilusiones, los sueños cumplidos y por cumplir, los engaños, los amores correspondidos y no correspondidos y todos aquellos consejos que tanto le hubiera gustado
compartir con sus nietos.
Siempre
he pensado que cuando una persona muere, con ella muere una biblioteca de vivencias y historias que jamás
se podrán recuperar. Por desgracia perdí a mis abuelos demasiado pronto y,
ahora mismo daría lo que fuera por volver a oír los refranes y canciones de mi
abuelo, por enseñarle a mi abuela que estoy aprendiendo sus dos grandes pasiones, a coser y a hacer
ganchillo con lana, estoy segura que estaría orgullosísima y que le hubiera encantado
enseñarme y aconsejarme y ver mis progresos. La muerte se los llevó demasiado pronto.
Esto es solo una historia, pero cada día muchos ancianos se sienten así, los que aún tengáis la suerte de tenerlos en vuestras vidas disfrutad de ellos al máximo, son fuente inagotable de sabiduría, que necesitan ser escuchados y sentirse queridos y cada segundo con ellos es un segundo impagable.
Esto es solo una historia, pero cada día muchos ancianos se sienten así, los que aún tengáis la suerte de tenerlos en vuestras vidas disfrutad de ellos al máximo, son fuente inagotable de sabiduría, que necesitan ser escuchados y sentirse queridos y cada segundo con ellos es un segundo impagable.
http://echateotro.blogspot.com.es/
ResponderEliminarHola, he llegado a este blog siguiendo un enlace, me he leido varias entradas y está genial!!!
Nosotras estamos empezando en este mundo, te invito a que nos leas:
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Gracias
Muchas gracias por la visita y por el comentario, ya he pasado por vuestro blog, muy buena entradas, nos leemos.
ResponderEliminarSaludos
Neus
La ancianidad es una condena o quizás un privilegio (de larga vida) pero con la edad, la persona se va convirtiendo en prisionero de las limitaciones de su propio cuerpo y sabe que de esta cárcel nadie escapa, si no es muerto. ¿Pero sabes qué?... La muerte "solo puede quitarte la vida, pero nunca lo vivido” y mientras nos quede un hilo de existencia, tenemos que buscar o inventar si es necesario, razones o pretextos para ser feliz. La vida siempre fue bella, pero jamás fue fácil (a ninguna edad), por tanto, no esperemos que sea fácil al final.
ResponderEliminarCuidemos dentro de lo posible a nuestros mayores, respetando en ellos su experiencia, porque esa es una ley que tarde o temprano nos alcanzará.
Muchísimas gracias por tu comentario y tu opinión. Tienes toda la razón, siempre hay que buscar el pretexto para ser feliz, esta es quizás mi entrada más triste, pero en todas siempre intento dar un mensaje positivo. Hay que cuidar de los mayores, porque algún día (ojalá) nosotros estaremos en su lugar y nos gustará sentirnos queridos y valorados.
EliminarSaludos
Me arrancaste unas preciosas lágrimas con tu escrito. Soy de las que piensan que la vida puede ser bella a cualquier edad y que cuidar unos de otros nos hace más grandes y más fuertes. Gracias.
ResponderEliminarMuchisimas gracias por tus palabras Anuska, efectivamente pienso como tu, la vida es bella en todas sus etapas, cada una tiene su esencia que la hace especial, y sobretodo lo más especial es compartirla con los demás. Saludos.
EliminarNeus