Las cortinas se movían inquietas aquella mañana de domingo, parecía que abril, había empezado con fuerza. El sol brillaba en lo alto del cielo, y una brisa moderada lo acompañaba de la mano, convirtiéndose en una combinación perfecta que invitaba a salir a la calle para disfrutar de su suave caricia en la piel. Pese a todo, ella seguía en el interior de su casa junto a la ventana, reposando en aquella suerte de sillón que a fuerza de usarlo, se había acostumbrado a las formas de su cuerpo. Ella, siempre tenía los pies fríos y encogida bajo una manta, sus ojos cerrados se movían al son de sus sueños. Sobre su regazo, descansaba aquel intenso libro que hacía apenas unos días había empezado a leer y del que le ya era imposible separarse durante los pocos ratos libres, que la vida adulta le regalaba. Siempre había imaginado a los personajes de los libros, esperando pacientes entre sus páginas a que alguien les diera la oportunidad de tomar forma en su mente y escucharles contar su