Ya estamos a finales de noviembre, casi casi acariciando el diciembre. Los días son cada vez más cortos y las tardes se vuelven casi eternas. Cuando llega esta época, me gusta caminar por la calle al atardecer, sentir el frío del ambiente en mi rostro, ese ligero temblor con cada escalofrío, ver como poco a poco, al mismo tiempo que el sol nos abandona hasta la mañana siguiente se van encendiendo las farolas de la calle y las luces en las casas. En ese momento, siento un confort i una paz interior difíciles de explicar. El olor que desprende el humo de las estufas de las casas se junta con el aroma de las castañas asadas que vende el mismo señor desde que tengo memoria junto al campanario, es él el que marca cada año, la llegada del otoño, anuncia que el verano está dando sus últimos coletazos para no volver hasta el año que viene. Resulta agradable estos fríos días llegar a casa para darse un baño con agua calentita y ponerse el pijama, esta prenda que tanto ad