Escondida en la cocina la madre de Sofía, sostenía con tensión el teléfono. Aprovechó el momento que se había quedado sola para realizar la llamada, así se lo habían indicado: Si Sofía volvía a casa, debía llamar de inmediato para avisar. Buscó el número de teléfono en el cajoncillo de la mesa de la cocina, recordaba perfectamente la noche en que llamaron al timbre y al abrir, un extraño señor con sombrero y gabardina le dio indicaciones concretas de los pasos que debería seguir si Sofía volvía a casa. Dudó unos instantes de si era ético o no traicionar a su hija, pero al final decidió que sería lo mejor para todos. Con los dedos temblorosos marcó el número indicado, posó el teléfono en su oreja y esperó. Una sensación de nervios invadió todo su cuerpo, y su corazón latía con fuerza. Esperó, un tono… dos tonos… y cuando ya estaba a punto de colgar, alguien al otro lado descolgó.