Una pequeña casita en un hermoso valle, era
todo lo que Ismael a sus 8 años conocía del mundo. El y su madre eran los únicos
habitantes de aquel bello y maldito lugar. Retenidos a la fuerza por un ser sin
nombre, pasaban los largos días allí sin más compañía que el susurro de las
hojas de los árboles y el chapoteo de la lluvia en el lago, un lago que a ojos de Ismael era grande y profundo, y con unas aguas
tan cristalinas que podían contarse las piedras del fondo sin ninguna
dificultad. Cada mañana, al alba, cuando el sol despuntaba, las sombras de los árboles
se alargaban de una forma asombrosamente bella, y el cielo se teñía de unos
hermosos tonos naranjas, a Ismael le gustaba salir a correr alrededor del lago y
sentarse en la orilla con los pies chapoteando en el agua para ver, como el sol
lograba saltar el gran muro que marcaba el fin del mundo, de su
mundo. Él allí era feliz. No conocía la maldad, ni la tristeza,
ni la avaricia, ni guerras, y por supuesto, ni siquiera había oído hablar nunca
de la muerte. Su mundo se componía únicamente,
de risas felicidad y mucho amor.
Cada noche antes de acostarse, ambos se tumbaban en la hierba para observar las estrellas. A Ismael le gustaba imaginarse que se trataba de lucecitas que como él, encendían otros niños desde otros mundos como el suyo antes de irse a dormir. Con los años, el muro se convirtió en un gran lienzo en el que junto a su madre dibujaba y escribía sus deseos y anhelos. Y así fueron pasando los años, ambos unidos en aquella hermosa casita y en su pequeño y perfecto mundo aprendieron a vivir sin necesitar nada más que el uno al otro.
Un día cuando Ismael contaba ya con casi 15
años, todo cambio de repente. Un fuerte estruendo lo despertó y el suelo bajo
sus pies empezó a temblar. Una nube de polvo invadió el ambiente haciendo
imposible distinguir cualquier cosa que estuviera un metro más allá de él.
Cuando el polvo se disipó pudo verlo, su madre yacía inmóvil en el suelo. La llamó con todas sus fuerzas, pero no obtuvo respuesta. Ismael, no
conseguía comprender que le ocurría a su madre, pues nunca había oído hablar de
la muerte, esa sombra encapuchada que había llegado de repente para llevarse a
su única compañera en ese mundo sin que él pudiera hacer nada para evitarlo.
Huyó de la casita, y corrió como nunca antes
lo había hecho hacia el muro para arañar esos dibujos que representaban toda la
mentira que su madre había inventado para ocultar le que no podían salir de allí. Pero al llegar al muro se dio cuenta que ya no
estaba, el temblor lo había derruido y tras él se abría un camino
empedrado rodeado de pequeñas matas punzantes. Consumido por la rabia emprendió
ese camino. Al poco rato de andar se vió rodeado de grandes bloques que parecian casas, pero mucho más grandes y resistentes que la suya, estrañado se apartó del camino hacia la espesura del
bosque. Cada roce con los pinchos aumentaba su ira y hacía que corriera más y más deprisa. Al fin llegó, la tierra parecía terminar en una suerte de
acantilado que se abría bajo sus pies y allí en una playa de aguas cristalinas
estaban, cientos de siluetas anónimas disfrutaban de aquel inmenso lago que no
parecía tener fin.
Entonces lo descubrió, no estaba solo en el mundo y su vida entera era una mentira, el muro era tan fino como una hoja de papel, el lago una simple charca de apenas un metro de ancho y un palmo de hondo y la casa, finas paredes de cartón con una única estancia. Todo era mentira, su vida entera había sido una mentira... Indignado, no pudo soportarlo y decidió volver a su cárcel. Con sus propias
manos reconstruyó el muro de nuevo, y allí esperó a que esa vieja sombra encapuchada llamada muerte que acababa de conocer, fuera también a por él, no merecía la pena seguir allí, pues el mundo que él conocía no habia sido más que una ilusión.
¿Nunca os habéis parado a pensar que quizás todo nuestro mundo sea una mentira, y seamos simplemente un "experimento"?...
¿Nunca os habéis parado a pensar que quizás todo nuestro mundo sea una mentira, y seamos simplemente un "experimento"?...
¡Excelente relato!
ResponderEliminarMe agradó la parte que dice: «A Ismael le gustaba imaginarse que se trataba de lucecitas que como él, encendían otros niños desde otros mundos» ¡Es fantástico!
Muchas gracias Misael!!
EliminarUn Saludo
Neus
Te acabo de leerte excelente relato donde tu abordas tan bellas lineas que expresa con tanta facilidad para tomar accion en lo escrito me encanto
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias Ana Maria! ¡¡Un saludo!!
EliminarEn este relato desbordas imaginación y fantasía, dos elementos que no se aprenden en las aulas, porque ellas son partes de ese talento que te caracteriza.
ResponderEliminar¡Saludos!
¡Muchas gracias Juan Carlos!, como bien dices la imaginación y la fantasía no se aprenden en las aulas. A mi me han acompañado desde que tengo uso de razón, y eso lo aprendí en los libros. Recuerdo perfectamente como me fascinó la lectura desde el primer momento en que me enseñaron a leer, y desde entonces no he parado de leer ¡ni tengo intención de hacerlo!
Eliminar¡Un saludo!
Lo "peor" de este relato es que verdaderamente muchos nos encerramos en pequeñas habitaciones porque es allí donde nos acostumbramos a estar, sin saber que afuera hay cosas temibles pero también maravillosas.
ResponderEliminar¡Hermoso relato!
Muchisimas gracias kellyta. Si, realmente nos encerramos en nuestro mundo o "area de confort" i nos olvidamos de lo que ocurre más allá de eso.... Una triste realidad.
Eliminar¡Un saludo!
Todo es una mentira, tal vez un sueño de una profecía anhelada, y pues, la verdad yo si pienso que somos el experimento, o mejor dicho el juguete de algo o alguien mas... u.u
ResponderEliminarMe encanto tu relato, una zona de confort de la cual muchos no queremos escapar.
Muchas gracias por tus palabras Helena!! Resulta muy dificil abandonar nuestra zona de confort y enfrentarnos a lo desconocido. Siempre hay miedo a lo desconocido, sin plantearnos que quizás lo desconocido es mejor que lo que conocemos.
EliminarUn saludo
Neus