Ir al contenido principal

Ese dulce momento al final del día

Ya estamos a finales de noviembre, casi casi acariciando el diciembre. Los días son cada vez más cortos y las tardes se vuelven casi eternas. Cuando llega esta época, me gusta caminar por la calle al atardecer, sentir el frío del ambiente en mi rostro, ese ligero temblor con cada escalofrío, ver como poco a poco, al mismo tiempo que el sol nos abandona hasta la mañana siguiente se van encendiendo las farolas de la calle y las luces en las casas. En ese momento, siento un confort i una paz interior difíciles de explicar. El olor que desprende el humo de las estufas de las casas se junta con el aroma de las castañas asadas que vende el mismo señor desde que tengo memoria junto al campanario, es él el que marca cada año, la llegada del otoño, anuncia que el verano está dando sus últimos coletazos para no volver hasta el año que viene.


                Resulta agradable estos fríos días llegar a casa para darse un baño con agua calentita y ponerse el pijama, esta prenda que tanto adoro para la comodidad del hogar. Esperar en el sofá a que venga el resto de la familia. Cenar todos juntos alrededor de la mesa, explicando cómo ha ido el día, las inquietudes y alegrías que hemos tenido ese día. Me reconforta sentirme parte de algo, de mi familia, me gusta pasar la última parte del día sentada en el sofá, en el calor de mi hogar con una mantita a mis pies y la satisfacción de haber logrado ese día estar más cerca de alcanzar un sueño o hacer algo positivo por alguien, algo que haya hecho que por lo menos, el mundo pueda ser un lugar un poco mejor.

                Cuando era pequeña cada noche antes de acostarme tenía la sana costumbre de leer durante casi una hora. Recuerdo como muchas noches, mis padres tenían que reñirme para que apagara la luz y me durmiera. Ahora, tristemente esto ha cambiado, lo último que hago antes de acostarme, es dar un repaso a las redes sociales o contestar mensajes de whatssap. Me resulta muy triste la dependencia que he adquirido de la tecnología, es por eso que quiero cambiarlo, pero no voy a esperar a usarlo como propósito de año nuevo, pues en mi caso, sería retrasar algo necesario un tiempo y seguir dejándolo para el próximo lunes cada vez que fracasara. Es por eso, que voy a adelantar mi proposito y a empezarlo hoy mismo, así cada vez que fracase podré volverlo a intentar y para el próximo año ver con orgullo que he conseguido mi objetivo, dejar el movil a un lado y leer cada noche un pedacito de libro. Porque querer es poder y leer es salud.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Una vida en la pecera (Capítulo 1)

Tras un “click” todo su sueño se desvaneció. Sofía emitió un leve gemido y sus ojos se entreabrieron poco a poco. Al otro lado de la pared, podía oír los ronquidos y la arrítmica respiración forzada que emitía su nuevo vecino, que ajeno a las noches de insomnio de Sofía, seguía sumido en un profundo sueño. Miró hacia su izquierda con la convicción de que el reloj digital que reposaba sobre la mesilla de noche marcaría la hora maldita, las 5:55 AM y efectivamente, así era. Cada noche, desde hacía casi dos años su sueño se interrumpía a la misma hora, las 5:55 AM. Trató de mantener la calma y no caer de nuevo en la trampa. Respiró profundamente, cambió de posición e intentó dejar la mente en blanco, pero de nuevo, le fue imposible.

Nadando a contracorriente

Llegamos a nuestro destino cuando los rayos del sol ya hacía rato que nos habían abandonado y el cielo empezaba a lucir sus mejores galas. Tiñendo su vestido negro, como cada noche, con miles de puntos brillantes. La vida en Jaraba, aquel pequeño pueblo, apenas compuesto por unas pocas calles desiertas, parecía haberse congelado en el tiempo. No era demasiado tarde, pero los cortos y fríos días de invierno y la fina lluvia que empezaba a caer, de esa que se clava en la piel como si de agujitas se tratara, invitaban a quedarse en casa. Las ventanas iluminadas de las casas y el olor a humo de las chimeneas dejaban claro que ciertamente el tiempo allí no se había detenido, y que las decenas o quizás cientos de vecinos que allí vivían disfrutaban de sus casas y sus familias. Apartado lo justo del pueblo como para no ver ni un signo de civilización desde sus ventanas, se encontraba el hotel, un precioso balneario agarrado a una roca y rodeado totalmente de naturaleza. Un lugar de p

Mi lugar en el mundo

Los primeros días fueron aterradores, cuando entre abrí los ojos por primera vez, todo estaba oscuro y el espacio a mi alrededor era tan pequeño, que apenas me podía mover. Desde lo más interno de mi ser, deseaba escapar de ese húmedo lugar. No recordaba quien era, ni como había llegado hasta allí, pero una fuerza desconocida me empujaba a no rendirme. Perdí totalmente la noción del tiempo, pasaron días, semanas o quizás meses hasta que conseguí sobrepasar la última barrera que me aislaba del mundo exterior. Cuando por fin rompí ese último obstáculo una fuerte luz me cegó. Poco a poco, mis pequeños ojos se fueron acostumbrando a la claridad y pude ver que a mí alrededor se extendía una gran llanura verde, el aire era tan puro en ese bello lugar, que respirar se convertía un placer indescriptible. Por más que lo intenté, no conseguí moverme de allí, me encontraba atada a ese lugar , pero no me importó, me resigne a mi destino y empecé a disfrutar de la suave caricia de los rayos d