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Una maleta en el ascensor (Capítulo 2)

Sus ojos se deslizaban una y otra vez por las escasas líneas de la carta intentando encontrar inútilmente alguna pista que pudiera acercarle a su autor, siempre le habían gustado los libros de detectives y se consideraba bastante astuta pero no sabía por donde empezar. En la otra mano, sostenía una foto en blanco y negro que acompañaba la carta, las sonrisas congeladas de los rostros allí retratados parecían inquietantes. Era la primera vez que veía esa fotografía, pero reconocía perfectamente a la mujer y a la niña y el lugar de la fotografía, eran su madre y su hermana menor en la cocina de una de las casas en las que vivió de niña. La fotografía, era la primera pista para lograr abrir la maleta, estaba claro. En ese instante se dio cuenta que debía recuperarla. Salió a toda prisa de su despacho sin coger siquiera la chaqueta. Por suerte la becaria aún no se había desecho de la maleta y Alicia se la interceptó, con la primera excusa que le vino a la mente.

Salió a toda prisa del bloque de oficinas y se dirigió a un lugar más tranquilo. El frío aire de la calle era tan cortante que le atravesaba la ropa como pequeñas cuchillas, mientras andaba tan rápido como podía hasta llegar a esa tranquila cafetería a la que nunca entraba nadie. Se sentó en un rincón y sacó de nuevo la fotografía. Había algo extraño en la mirada de su hermana, en lugar de mirar a la cámara, parecía mirar hacia otro lado… Parecía asustada por algo o alguien que había en la habitación. ¿Qué podía significar eso?, ¿Dónde estaba ella en el momento que se tomó la fotografía? No conseguía recordarlo. Cuando su madre y su hermana murieron en aquel extraño accidente ella era una adolescente rebelde que odiaba al mundo y en especial volcaba toda su ira en su madre y su padrastro y casi nunca estaba en casa. Un ligero remordimiento recorrió todo su cuerpo, pues no visitaba la tumba que compartían su madre y su hermana desde hacía años. Cabizbaja decidió que había llegado el momento de enfrentarse a ello, su mayor miedo.

No le gustaban los cementerios, el silencio que allí reinaba le resultaba inquietante, perturbador. Para ella aquel silencio tan profundo era como un homenaje inconsciente de la sociedad a todas las cosas que les quedaron por decir a las personas allí enterradas, todas las historias que quisieron compartir y que quizás nadie quiso escuchar, todos los secretos que nunca contaron, todos los “TE QUIERO” que por orgullo no dijeron… Todas aquellas palabras que se llevaron a la tumba y que acabaron perdiéndose para siempre, quedando allí enterradas, tras esa fina pared que separa a los vivos de los muertos, para convertirse en silencio eterno y no salir jamás.

Alicia fue criada por una joven madre soltera y sin recursos. Su infancia transcurrió entre un ir y venir de mudanzas y de hombres, con los que se quedaban más o menos tiempo, y a los su madre le presentaba como “amigos especiales”. Detestaba esa vida, cuando lograba establecer amistad con algunos niños huyan de nuevo, odiaba cada mudanza, cada hombre, cada ciudad a la que se trasladaban y odiaba a su madre. Con una infancia tan inestable se acabó convirtiendo en una rebelde adolescente que siempre era el epicentro de todos los conflictos de su instituto. Su vida, era al fin y al cabo una serie de malas rachas que se sucedían sin cesar. Solo la inesperada llegada de su hermana, cuyo padre era el hombre que más tiempo se habían quedado y que Alicia más había detestado, logró traer algo de paz a su vida. Ese pequeño ser y su inocente sonrisa le daban fuerzas para levantarse cada día y seguir adelante. Le gustaba acariciarle su suave y regordeta carita, adoraba que con sus pequeñas manitas le agarrara el dedo con fuerza, le gustaba leerle cuentos e inventar historias para ella, esa niña se convirtió en el centro de su vida.

El cigarrillo que había encendido al entrar, se consumía sin remedio en sus labios rojo sangre. Andaba lentamente mientras su mirada se perdía entre las tumbas buscando la que compartían su madre y su hermana. Hacía años que no pasaba por allí, pero sin embargo, por lo que parecía alguien se encargaba de llevarles flores, el ramo parecía reciente, casi con miedo se acercó a la lápida y puso su mano sobre la foto de su hermana, la acarició suavemente como solía acariciarle la cara, tan solo tenía 5 añitos cuando se la arrebataron. Entonces detrás del ramo, algo llamó su atención, vio que se asomaba un pequeño trozo de papel, acercó sus dedos y lo sacó. Una simple fecha, y un lugar, el día y lugar dónde su hermana y su madre murieron. Una corazonada le hizo sacar de nuevo la fotografía que había encontrado en el sobre, le dio la vuelta y por un segundo su corazón se detuvo. La foto fue tomada el día en que su madre y su hermana murieron y apenas una hora antes de que ella llegara a casa y las encontrara sin vida. ¿Quién les tomó la foto?, ¿Se asustó su hermana al ver al asesino?

Odiaba sin remedio a aquella adolescente rebelde que fue, enfadada con el mundo que volcaba toda su frustración contra su madre. De nuevo la envolvió el profundo y penetrante silencio del cementerio. Y pensó en todos aquellos secretos, todas aquellas historias de su madre que nunca quiso escuchar y todo lo que murió con ella. 


Unas lágrimas de rabia se deslizaron por sus mejillas. Aquel fatídico día todo ocurrió demasiado deprisa. Si esa tarde hubiera contestado a las llamadas de su madre, si no se hubiera parado a comprar tabaco, si no hubiera ido tan borracha, si hubiera llegado un poco antes a casa quizás, solo quizás hubiera podido evitar que mataran a su madre y a su hermana. Si no hubiera tocado nada, si sus manos no hubieran estado manchadas de sangre, si su vida hubiera sido feliz quizás no la hubiesen culpado a ella. Fue condenada y recluida en un centro de menores, ella no lo hizo, y lo peor era que nadie pudo corroborar su coartada.

CONTINUARÁ...

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