Resulta fascinante como algo tan simple como una melodía, un aroma, un sabor, son capaces de transportarnos por unos instantes a otro lugar, a un momento pasado con tal nitidez que parece que lo estamos volviendo a vivir. Es fascinante como algo tan simple, puede ser capaz de hurgar en nuestra memoria y desenterrar recuerdos que ni siquiera teníamos consciencia de que guardabamos. Desde siempre, he pensado en lo maravilloso que sería poder guardar en una cajita todos nuestros recuerdos, nuestras ilusiones, nuestros sueños... para que si algún día no soy capaz de recordar quien fui poder abrirla y que esos pequeños estímulos urgen en mi memoria y me trasladen a pequeños instantes del pasado y consigan desenterrar algo que creía olvidado.
Si pudiera elegir una
melodía, sería la de un peluche de cuando era un bebe, un peluche
que me regaló mi abuela materna, uno de los únicos regalos que me
pudo hacer y que guardo con mucho cariño, pues murió cuando yo tenía
tan solo 6 meses. Recuerdo, que cuando era pequeña y me sentía
triste me escondía para escuchar esa dulce melodía que duraba tan
solo unos segundos, si bien no me transportaba a momentos del pasado
pues era demasiado pequeña, me hacía sentir de algún modo cerca de
ella.
El olor de toda una vida
viviendo junto al mar, me transporta a las tardes de junio con mi
madre merendando en la playa, los domingos de playa en familia, los
paseos por la orilla cogida a tu mano, la sensación de paz que
transmite su inmensidad, leer un libro a su orilla, la caricia de las
olas en mis pies, un vaivén incansable que me ha visto crecer.
Un sabor, sin duda el de
los bocadillos de jamón serrano que me comía después de un día de
verano en la piscina, con mis grandes amigos de la infancia, mil
recuerdos revolotean ahora mismo en mi mente como mariposas
encerradas en un bote de cristal intentando escapar; amigos de esos
que no conoces por casualidad; destinados a conocernos desde mucho
antes de nacer, pero fue decisión nuestra vivir todos y cada uno de
los momentos que pasamos juntos, amigos que son familia. Con el paso
de los años, hemos tomado caminos diferentes, y nunca volvera a ser
lo que fue, pero aquello no nos lo quita nadie, aquellos veranos de
piscina, paseos en bici, juegos... en los que no teníamos otra
preocupación que jugar hasta agotarnos.
Una cajita que resumiría
lo mejor de mi vida, cosas de escaso valor económico pero que sin
duda me han marcado, la vida se compone de pequeñas
cosas y pequeños momentos que nos han moldeado para llegar a ser lo
que somos ahora. Y tu, ¿Que guardarías en tu cajita mágica?
Una pluma del lorito que tuve tantos años, una foto de aquella excursión con los amigos, la medalla conseguida en un campeonato de tenis, el carné del Ateneo, un par de entradas al cine con la primera chica con la que salí, el manuscrito de una de mis primeras poesías... Como tú, yo también guardo en esa pequeña y mágica cajita todas esas pequeñas cosas sin importancia que son capaces de hacernos amar la vida.
ResponderEliminarSi, es muy bello recordar tan gratos recuerdos con solo mirar objetos aparentemente insignificantes. Yo misma tras escribir este texto no pufe evitar llamar a mis amigos de la infancia, con los que comparti tan bellos momentos y recordar juntos momentos, que con la edad creiamos olvidados.
EliminarUn saludo
Neus