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Carreteras secundarias

Sentada tras el cristal, el eco de una canción que no logro distinguir suena de fondo, y el traqueteo de
las ruedas sobre el asfalto balancea mi cuerpo de forma relajante. Con la cabeza ligeramente inclinada hacia la ventanilla, mi mirada se pierde entre los árboles y montañas que acompañan nuestro viaje por la autopista. La ruta, se convierte en una carrera prudente de unos automóviles que nos adelantan y otros a los que adelantamos. Es curioso el proceso de adelantamiento, pues siempre, siempre, a medida que nos vamos poniendo a la misma altura que el otro coche nos resulta inevitable volver la cabeza hacia ellos, para ver quién es el otro conductor y él, también vuelve la mirada para observarnos a nosotros. Parece entonces que el mundo se detiene, ese intenso intercambio de miradas que transcurre durante los pocos segundos que dura el adelantamiento, se convierte en un escaneo que dice tanto sin decir nada… ¿Dónde van?, ¿De dónde vienen?, ¿Quiénes son?, ¿Serán felices?,... Miradas que esconden todas esas respuestas, miradas que quizás jamás se volverán a cruzar con las nuestras, o miradas con las que aunque no lo recordemos, ya nos hemos cruzado anteriormente. Luego todo termina y el mundo parece volverse a encender.

De repente, un pequeño desvío hacia la derecha hace que abandonemos esa ruta larga y recta de un solo sentido, sin sorpresas, sin aventuras, y nos adentremos en el viaje realmente mágico. Aquellas carreteras nacionales que de vez en cuando aún nos sorprenden adentrándose en pequeñas localidades, donde sus vecinos más mayores, sobre todo en verano, cada día salen a la calle ataviados con unas sillas plegables, como si de un ritual se tratara. Dirigiéndose al mismo lugar de siempre, para hablar con la misma gente, y reír una y otra vez con las mismas anécdotas. Tan solo interrumpidas por el paso de alguno de los pocos coches “forasteros” que aún transitan por esas viejas carreteras y saludarlos amablemente con la mano y con una tierna sonrisa.

Tengo que confesar que soy una enamorada de ese tipo de rutas, adoro adentrarme por las pequeñas callejuelas de los pueblos por los que pasamos, observar y disfrutar del bello e improvisado espectáculo que ofrecen inconscientemente sus calles y habitantes, e imaginar como debe ser la vida de esas personas en ese lugar. Me resulta curioso pensar que aquellos que para mí son extraños, para alguien son amigos, conocidos o incluso familia... Entonces, mi imaginación se desborda, ¿Cómo se deben llamar?, ¿Qué inquietudes tienen?, ¿En qué trabajan?, ¿Cómo debe ser vivir en ese lugar?... Y a veces, incluso invento una vida para ellos. Con el tiempo, he aprendido a guardarme para mí este “pequeño juego”, es mío y solo mío, quizás sea miedo a que se pierda la magia, o seguramente miedo a que nadie lo entienda.

La música sigue sonando en la radio del coche, pero soy incapaz de saber de qué canción se trata. He entrado en ese “estado”, he entrado dentro de mi mundo y mis ideas y todo a mí alrededor sin darme cuenta se había ido convirtiendo en pequeñas sombras borrosas, mientras imaginaba la vida de esas personas anónimas. Un pequeño frenazo me devuelve de golpe a la realidad, esa vuelta a la realidad brusca que siempre viene acompañada de esa sensación en el estómago de caída libre. Poco a poco todo a mi alrededor se vuelve a dibujar con claridad y es entonces cuando  pienso que la vida es como esos viajes. Aunque en la vida el viaje sea solo uno en el que el punto de partida, sea nuestro nacimiento y el de llegada nuestro fin.

El ritmo de vida que llevamos nos ha vuelto ansiosos, ansias llegar al destino en lugar de disfrutar de las sorpresas que nos aguarda el trayecto. Vivimos con un afán de anhelar el futuro pensando en que siempre será mejor, en lugar de disfrutar del presente. Como dice ese cartel que circula por internet, durante la infancia deseamos ser mayores para hacer todo aquello que no se nos permite por ser demasiado pequeños, en la adolescencia queremos terminar de estudiar para ponernos a trabajar y así tener dinero, mientras trabajamos deseamos ser viejos, pues tenemos dinero pero no tenemos tiempo suficiente para disfrutarlo y en nuestra vejez, disponemos del tiempo y el dinero suficientes, pero desearíamos la fuerza de nuestra juventud, y nos damos cuenta que nos hemos pasado la vida anhelando un futuro incierto en lugar de disfrutar del viaje de nuestra vida.


Y sí amigos, la vida se basa en disfrutar del viaje, con la gente que nos acompaña siempre, con aquella que nos cruzamos y aquellos que nos van abandonando, dejemos  a un lado las prisas, y disfrutemos del mundo, no elijas siempre la ruta más fácil y rápida, arriesga, equivócate y retrocede cuando puedas, aprende de esos errores, aprende de la vida. Porque la ruta más rápida casi nunca es la más bella.



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Comentarios

  1. Es un emjambre de abejas, ocupando un panal ya ocupado. Aunque lo que abunda no daña,.-

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  2. No has dit mes que la pura veritat aixi es la vida i com sempre m'encantat te mereixes 5 estrelles

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    Respuestas
    1. Com sempre te dic jo també, moltissimes moltissimes gràcies per estar sempre donant-me ànims i tindre sempre bones paraules Javi :)
      Un beset

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  3. ¡Me encanta Neus! Quizá podrías plantearte escribir más a menudo algo así, algo más personal, por ejemplo cómo planteas tus Navidades, o hablarnos sobre algún viaje que has hecho, o algún sitio en el que has estado que te haya sembrado curiosidad. Además si lo acompañas con fotos hechas por ti ya sería la bomba! ;)

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    Respuestas
    1. Muchísimas gracias Judit!! La verdad es que parece que me has leído la mente!! jejeje, pues ya le he dado los primeros "brochazos" a mi próximo post y tratará sobre mi último viaje :D. Lo de las fotos lo he pensado muchas veces y la verdad me encantaría tener tiempo, pues en la mayoría de ocasiones nunca encuentro en la red la foto que transmita lo que realmente quiero, así que todo se andará!! :)
      Un abrazo
      Neus

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