A paso lento me dirijo por un camino cualquiera hacia un destino incierto, con la mirada perdida al frente y el pensamiento sumergido en Mi mundo y mis ideas pierdo de vista todo lo que tengo a mi alrededor. Paso a paso, voy dejando tras de mí una estela invisible de pensamientos, anhelos e ilusiones. En esos momentos, incluso mi corazón parece que late de forma distinta, más pausado, más relajado, más… feliz y siento dentro de mí una sensación de ligereza, casi imposible de explicar. Al pasar junto a la mesa de un bar cualquiera, un grito a modo de saludo rompe ese trance y me devuelve a la realidad de golpe, acompañado casi siempre de una leve sensación de estar cayendo al vacío. Y en ese momento todo a mí alrededor vuelve a tomar forma y soy consciente de nuevo de donde me encuentro. Muchas veces, pienso que algún día alguien se va enfadar conmigo por no saludar, y con una sonrisa avergonzada contesto: “Perdona, voy pensando en mis cosas y no te había visto…”. Y es verdad,