Perfectamente imperfecta

A paso lento me dirijo por un camino cualquiera  hacia un destino incierto, con la mirada perdida al frente y el pensamiento  sumergido en Mi mundo y mis ideas pierdo de vista todo lo que tengo a mi alrededor. Paso a paso, voy dejando tras de mí una estela invisible de pensamientos, anhelos e ilusiones. En esos momentos, incluso mi corazón parece que late de forma distinta, más pausado, más relajado, más… feliz y siento dentro de mí una sensación de ligereza, casi imposible de explicar.

 Al pasar junto a la mesa de un bar cualquiera, un grito a modo de saludo rompe ese trance y me devuelve a la realidad de golpe, acompañado casi siempre de una leve sensación de estar cayendo al vacío. Y en ese momento todo a mí alrededor vuelve a tomar forma y soy consciente de nuevo de donde me encuentro. Muchas veces, pienso que algún día alguien se va enfadar conmigo por no saludar, y con una sonrisa avergonzada contesto: “Perdona, voy pensando en mis cosas y no te había visto…”. Y es verdad, desde siempre he tenido la curiosa capacidad de adentrarme en mis pensamientos y perder el mundo de vista y prácticamente la noción del tiempo.

Y es que siempre he sentido no encajaba en ningún lado. Me siento extraña en grandes grupos de gente, siendo capaz de estar horas sin abrir la boca, simplemente con una sonrisa forzada en la boca y desplazando la mirada como si de un partido de tenis se tratara hacia quien tiene el poder de la palabra en ese momento, el poder de la palabra, un poder que casi nunca consigo y cuando lo hago alguien me interrumpe y lo pierdo, así que voy haciéndome más y más pequeña a cada segundo hasta pasar tan desapercibida que tengo la sensación de que he desaparecido del campo visual de los demás. Sin embargo, cuando se trata de grupos reducidos me siento más cómoda, y soy capaz de hablar y hablar sin parar, en esos momentos el poder de la palabra no se deja escapar tan fácilmente.

Porque sí, vivo pendiente de lo que piensen los demás de mí. Soy insegura, muy insegura, necesitando siempre una opinión de aprobación para decisiones tan banales como por ejemplo elegir el sabor de una tarta, o decidir si una camiseta me queda bien o no. De naturaleza nerviosa, e incapaz de disfrutar del momento y siempre pendiente de lo que vendrá después. Porque a veces, demasiadas veces, vivo pendiente de los demás, el que dirán, el que pensarán o el que harán... Dispuesta a darlo todo por ellos a cambio de nada, y es en esos momentos en los que me he llevado las peores decepciones, porque quizás en el fondo, y aunque me cueste reconocerlo, sí que esperaba algo a cambio y eso, es lo peor que se pueda hacer.

Hay miles de cosas que odio en este mundo, y sin embargo, otros miles que me encantan, y es de nuevo en esos momentos en los que siento que encajo en un sector muy reducido de la población. Pues parece que lo que me gusta a mí no le gusta a nadie más. He tenido que ver como productos que me han encantado, han sido retirados de los supermercados por sus “bajos índices de ventas” o programas de televisión retirados por baja audiencia.

Rara, de gustos peculiares, torpe, soñadora, callada y charlatana a partes iguales, despistada, incapaz de recordar caras y experta en cambiarle el nombre a la gente… Definitivamente soy… Perfectamente imperfecta.

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