Cierra los ojos y escucha
atentamente...
¿Puedes oírlo?, el viento del
exterior araña los cristales con fuerza, y mece los árboles a su antojo, haciéndolos
danzar y entonar agudas melodías. Pero…
¿Es el viento el que realmente mueve
a los árboles?, o… ¿Son los árboles los que lo provocan, al moverse en un
intento desesperado por escapar de la tierra que los mantiene presos?, ¿Qué es consecuencia
de qué?
Siempre he desconfiado del viento.
Es capaz de elevar casi cualquier objeto a su antojo, a veces, con la suavidad y
la elegancia con la que un director de orquesta mece su batuta. Haciéndolo flotar,
evadiéndolo de la realidad, y como si de una pluma se tratara, es capaz de elevarlo
hasta hacerle casi, tocar el cielo, como si de repente, su peso, no fuera un
factor relevante, como si de repente, todos los árboles del mundo danzaran a
sus pies.
Para luego, sin previo aviso, demostrarle, que ciertamente él es el director de ese espectáculo, dejándolo caer con tanta fuerza, que al tocar la realidad del suelo, termina rompiéndose en mil pedazos, y que por más que lo intentemos recomponer, nunca volverá a ser igual.
Para luego, sin previo aviso, demostrarle, que ciertamente él es el director de ese espectáculo, dejándolo caer con tanta fuerza, que al tocar la realidad del suelo, termina rompiéndose en mil pedazos, y que por más que lo intentemos recomponer, nunca volverá a ser igual.
La vida, nos mueve con las alas del
viento, elevándonos a veces suavemente, para contemplar fascinados el mundo
danzando a nuestros pies, y a veces sin control en una vorágine de acontecimientos
impredecibles. Elevándonos con ilusiones y fantasías hasta hacernos casi tocar
el cielo, para luego; dejarnos caer sin previo aviso devolviéndonos a la cruda
realidad. Acabando, nosotros también rotos en mil pedacitos, y que por mucho
que nos intentemos recomponer, casi nunca volveremos a ser los mismos.
A mí, me gusta imaginar que cada
vez que las alas del viento, me han dejado caer, y me he roto, al volverme a
recomponer, “los pedacitos de mí”, han ido encajando menos entre ellos y han
ido dejando salir, cada vez más la luz desde mi interior. Como si tuviera una
fuente de energía descomunal dentro de mí que quisiera escapar, como si esa
fuerza, quisiera romper la coraza que me puse hace muchos años en una de mis
peores caídas, y luchara por salir al exterior para hacerme invencible.
Por eso, caída tras caída, aprendizaje
tras aprendizaje, he descubierto que la mejor arma para vencer al viento, es la
fuerza de una sonrisa. Abrir una sonrisa al mundo, es como abrir un paraguas durante nuestra caída.
Porque… ¿Nos van mejor las cosas cuando somos felices? o…
¿Somos felices cuando nos van mejor las cosas?
¿Qué es consecuencia de qué?
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